Ilustración: María Inés
Como soy un perro sin olfato entonces escucho bien y toco el contrabajo.
De lejos sé quien viene por como le suenan las llaves o sacude las monedas, conozco el taconeo de todo los zapatos, cómo raspa la bolsa del supermercado llena de huesos blancos, como tocan el timbre los amigos, el cartero, el cobrador o, el domingo, los abuelos.
Por ser músico me hice amigo de unos gatos negros y pelados, me tomaron una prueba y ahora canto con mi voz de perro petiso y malo.
Vamos por terrazas y tejados arrastrando una pila de instrumentos toda la banda de músicos peludos. Violines, batería, guitarras,el contrabajo gordo y hasta un piano. Vamos dejando un camino de teclas, blanco y negro, negro y blanco y hasta unos bigotes enrulados.
Traemos invitados, gatos de otros barrios, perros roncos enamorados, tocamos cancioncitas cortas, recitales largos, y por no tener bolsillos ni cobramos.
Y como el que toca no baila, yo no bailo, pero bailan las ratas en sus cuevas, en los callejones y en los tachos, sólo vuelan confundidos dando vueltas inspirados, un escuadrón de murciélagos con los radares trastocados.